LA TRADUCCIÓN ARGENTINA (1961) - CARL GUSTAV JUNG (1958) |
Nota: se transcribe el capítulo donde Jung habla de la
componente física del tema OVNI.
SOBRE
COSAS QUE SE VEN EN EL CIELO
Capítulo
VI
El
fenómeno de los ufos desde el punto de vista no psicológico
Como ya dijimos, nos hemos propuesto tratar el
fenómeno de los ufos sobre todo como
un hecho exclusivamente psicológico. Tal actitud está bien fundada, según lo
demuestran suficientemente las afirmaciones contradictorias e “imposibles” de
los rumores. Estas afirmaciones chocan con razón contra la crítica, el escepticismo
y la abierta repulsa; de manera que si alguien no quisiera ver detrás de este
fenómeno otra cosa que un fantasma que en todo el mundo turba los ánimos y
suscita resistencias racionales, no sólo lo comprenderíamos sino que hasta
contaría con nuestras simpatías. Es más aún, podría contentarse uno con la
explicación psicológica y con la circunstancia de que la fantasía consciente e inconsciente
y hasta las mentiras desempeñan una parte decisiva en la formación de los
rumores y de esta manera poner ad acta
todo el asunto.
Pero sería este un modo inapropiado de afrontar la
situación tal como se nos presenta hoy. Desgraciadamente existen demasiadas
razones que no nos permiten eliminar la cuestión de manera tan sencilla. Que yo
sepa, se ha establecido mediante muchas observaciones que se percibieron ufos no solo visualmente sino también en
la pantalla del radar y, last not least,
también en placas fotográficas. Aquí me apoyo en los datos sinópticos que no
cabe rechazar sin más ni más, de Ruppelt y Keyhoe, y en el hecho de que el
astrofísico, profesor Menzel, no ha logrado, a pesar de todos sus esfuerzos,
explicar de manera satisfactoria, con medios racionales, ni siquiera uno solo
de los relatos considerados dignos de crédito. Las únicas posibilidades son estas:
o proyecciones psíquicas emiten un eco en el radar, o inversamente la aparición
de cuerpos reales ha dado motivo a proyecciones mitológicas.
Debo hacer notar además que aun cuando los ufos tengan una realidad física, ellos
no son la cusa propiamente dicha, sino sólo el motivo de las proyecciones
psíquicas correspondientes. Siempre se han verificado aseveraciones míticas de
este género, con ufos o sin ellos.
Sin embargo, antes de la época en que se observaron ufos, a nadie se le ocurrió relacionarlos con estas aseveraciones
míticas. La aseveración mítica se funda en primer lugar en la naturaleza
peculiar del fondo psíquico, del inconsciente colectivo, cuya proyección, por
ende, se ha verificado siempre. Se proyectan también otras diferentes figuras,
además de las redondeces celestiales. Esta última proyección, conjuntamente con
su contexto psicológico, los rumores, es una manifestación específica de
nuestro tiempo, al que caracteriza de manera particular. La representación
dominante de un Mediador y un Dios hecho Hombre ha desplazado a segundo plano
la representación politeísta y a su vez hoy está a punto de desaparecer.
Millones incontables de llamados cristianos han perdido la fe en un Mediador
verdadero y viviente, mientras los creyentes se esfuerzan por hacer creíble su
fe a sociedades primitivas, siendo así que sería bastante más fructífero,
importante y necesario dedicar estos esfuerzos al hombre blanco. Pero siempre
es más fácil y al propio tiempo tranquilizador hablar y obrar desde arriba
hacia abajo que lo contrario. Un San Pablo hablaba al pueblo de Atenas y Roma. Pero,
¿qué hace un Albert Schweitzer en Lambarene? Personalidades como la suya serían
mucho más necesarias en Europa.
Ningún cristiano me discutirá la importancia de una
idea religiosa como la del Mediador. Tampoco me negará las consecuencias que
entraña la pérdida de semejante fe. Una idea vigorosa como la de un Mediador
divino corresponde a una honda necesidad del alma, necesidad que no desaparece
cuando una de sus expresiones se debilita. ¿Qué ocurre con la energía que antes
conservaba viva esta idea, cuya fuerza sostenía el alma? Una oposición política
social filosófica y religiosa de dimensiones hasta ahora nunca vistas, disocia
la conciencia de nuestro tiempo. Cuando se dan tan inusitadas oposiciones puede
esperarse con seguridad que se anuncie la necesidad de la mediación. Pero
invocar al Mediador es impopular, porque es irracional y no científico. En
nuestra época estadística no existe nada de ese género. Por eso la necesidad
que se funda en la más extremada angustia solo puede manifestarse a media voz;
y tampoco nadie quiere ser pesimista, como lo eran los primeros cristianos,
pues el optimismo y el “keep smiling” representan
el ideal heroico del cosmos nortaeamericanizado. Ya cierto pesimismo se hace
sospechoso de interacciones subversivas. Y sin embargo es lo único, a lo que
parece, que pudiera hacernos reflexionar. La existencia superficial, optimista,
exitosa, y apresurada no puede impedir, empero, que en el fondo del alma humana
comience a abrirse camino la idea de un Mediador. Es una observación confirmada
millares de veces la de que, lo mismo que era en la naturaleza, también en el
alma la tensión de los opuestos representa un estado potencial que puede
expresarse en cualquier momento en una manifestación de energía. Entre el
arriba y el abajo cae una piedra o una cascada; y entre el calor y el frio se
verifica un cambio turbulento. Entre oposiciones psíquicas nace un “árbol unificador
“al principio inconsciente del hombre contemporáneo. Entre los opuesto se forma
espontáneamente un símbolo de unidad y totalidad y no tiene importancia alguna
el hecho de que llegue o no llegue a la conciencia. Si en el mundo exterior
ocurre algo extraordinario o impresionante (ya se trate del hombre, ya de
cosas, ya de ideas), el contenido inconsciente puede proyectarse en ese algo.
Gracias a ello, el portador de la proyección se hace numinoso y adquiere
fuerzas míticas. Y, en virtud de su numinosidad, obra de manera en extremo
sugestiva y se apropia de una leyenda que en sus rasgos fundamentales se repite
desde tiempos muy remotos.
El ufo
da el motivo para que se manifiesten contenidos psíquicos latentes. Del ufo sabemos
con alguna seguridad solamente que tiene una superficie, que el ojo puede
percibirlo, y que al propio tiempo puede captarse por radar. Todo lo demás es
por el momento hasta tal punto incierto que será preciso considerarlo como un
conjunto de conjeturas o de rumores no demostrados, hasta que no sea posible
saber algo más.
Pero no sabemos si los ufos son máquinas tripuladas, o una especie de seres vivos que
aparecen en nuestra atmósfera y cuya procedencia desconocemos. Es improbable
que puedan ser fenómenos meteóricos desconocidos, puesto que el comportamiento
de los objetos en modo alguno produce la impresión de un hecho que pueda
interpretarse físicamente. Los movimientos de los objetos revelan una voluntad
libre y una actividad psíquica; se les atribuye, por ejemplo, intenciones de
eludir o de huir y hasta de agredir. Su movimiento de avance en el espacio no
sigue una línea recta ni se realiza a una velocidad constante, como ocurre en
el caso de los meteoros, sino que es un movimiento errátil, como el del vuelo
de los insectos, y a una velocidad que varía de cero a muchos miles de
kilómetros por hora. Las aceleraciones y los ángulos de desviación que se han
observado son tales que ningún ser terrestre podría soportarlos, así como no
podría soportar los grados de calor engendrado por la violenta fricción.
La simultánea observación visual y de radar sería, por
sí sola una satisfactoria prueba de la realidad de los ufos. Desgraciadamente, empero, relaciones dignas de crédito nos
hacen descartar esta posibilidad, porque parece que existen casos en los cuales
el ojo ve algo que empero no aparece en la pantalla del radar, o bien el radar
registra un objeto sin sombra de dudas, pero el ojo no lo capta. No quiero
mencionar aquí otras relaciones aún más singulares, basadas en testimonios
dignos de crédito, ya que se trata de cosas de naturaleza tan extraordinaria
que someten a dura prueba el entendimiento a la capacidad de creer.
Si estas cosas son reales –y no parece que el
entendimiento humano le sea ya lícito abrigar ninguna duda sobre tal punto-
luego no nos queda sino elegir entre la hipótesis de la falta de peso por un lado y la hipótesis de la naturaleza psíquica por otro lado. Yo no estoy en condiciones de
resolver este problema. Pero en tales circunstancias, me ha parecido oportuno
examinar por vía de ensayo el aspecto psicológico del fenómeno de los ufos, para intentar aclarar un poco tan
embrollada cuestión. Por eso me limité a algunos ejemplos, los más claros
posibles. Desgraciadamente en más de diez años que he dedicado a este problema
no conseguí reunir una cantidad suficiente de observaciones que me permitiera
llegar a conclusiones aceptables. He debido pues, contentarme con algunas
líneas de argumentación para futuras indagaciones. Tocante a la explicación
física del fenómeno cabe afirmar que no se ha avanzado absolutamente nada. Pero
el aspecto psíquico desempeña en estas apariciones un papel tan importante que
no es lícito pasarlo por alto. La discusión del fenómeno lleva, como he
intentado demostrar con mi exposición, a problemas psicológicos que se refieren
a posibilidades e imposibilidades tan fantásticas como las de la consideración
del problema desde el punto de vista de la física. Si las autoridades militares
hasta se sintieron en la obligación de establecer oficinas destinadas a reunir
y examina las observaciones sobre el fenómeno, la psicología, por su parte,
tiene no sólo el derecho sino además el deber de aportar su contribución para
aclarar este oscuro asunto,
La cuestión de la antigravitación
que el fenómeno de los ufos ha planteado,
es un problema que yo debo dejar a la física, que es la única que puede
decirnos qué posibilidades de éxito pueda tener semejante hipótesis. La
concepción contraria, de que se trate de algo psíquico, dotado de ciertas propiedades
físicas, parece aún menos verosímil, porque, en efecto, ¿de dónde podría
provenir semejante cosa? Si ya la falta de peso es una hipótesis discutible, la
idea de algo psíquico materializado parece carecer de todo terreno firme en que
apoyarse. Verdad es que la parapsicología conoce el hecho de la
materialización. Pero semejante fenómeno está ligado a la existencia de un médium, o de varios, que deben aportar la
sustancia ponderable y el fenómeno se verifica sólo en estrecho contacto con
ellos. La psique podrá mover cuerpos, pero sólo dentro de la estructura viva.
Que lo psíquico posea propiedades materiales y esté provisto de una gran carga
de energía que le permita hacerse perceptible lejos de un médium humano, es decir, en el espacio, es algo que sobrepasa
nuestros límites de comprensión. Aquí nuestro saber nos deja plantados y por
ende resulta infructuoso especular en esa dirección.
Parece, con todas las reservas del caso, que existe
una tercera posibilidad: los ufos son
apariciones materiales reales, entidades de naturaleza desconocida, que
probablemente provienen del espacio cósmico y que quizá eran ya visibles desde
mucho tiempo atrás a los habitantes de la Tierra., pero, que no tienen ninguna
relación reconocible con la Tierra o sus habitantes. Pero últimamente y en el
momento en que la mirada de los hombres se dirige a los cielos, por un lado a
causa de sus fantasías sobre un posible viajes al espacio, por otro a causa, en
sentido figurado, de la amenaza vital que pesa sobre sus existencia en la
Tierra, contenidos del inconsciente se han proyectado a los inexplicables fenómenos
celestes y con ello le han dado una significación que en modo alguno merecen.
Como desde la segunda guerra mundial parecen manifestarse con mayor frecuencia
que antes, puede tratarse de un fenómeno sincronístico,
es decir, de una coincidencia de significado. La situación psíquica de los
hombres, por un lado y el fenómeno de los ufos
como realidad física, por otro, no se hallan en ninguna relación reconocible de
causalidad, pero parecen coincidir significativamente. Su relación de sentido
surge, por una parte, de la proyección: por otra, de las formas redondas y
cilíndricas que corresponden a lo proyectado y que, desde que el hombre piensa,
representan la unificación de los contrarios. Otra coincidencia igualmente
“casual” es la elección de las divisas de los aviones en la Rusia Soviética y
en los Estados Unidos. Aquí una estrella
roja de cinco puntas; allá una estrella blanca.
Durante alrededor de mil años, el rojo ha sido, por así decirlo, el color
masculino, y el blanco el color femenino. Los alquimistas hablaban del servus rubeus (el esclavo rojo) y de la femina candida (la mujer blanca), que
ellos unían, con lo que realizaban así la suprema unificación de los
contrarios. Cuando hablamos de Rusia se nos viene a la memoria l expresión
“padrecito zar” o el “padrecito Stalin”, y se farfulla del matriarcado
norteamericano, considerando que gran parte del capital norteamericano esté en manos
de mujeres; y no hay que olvidar aquí el bon
mot de Keyserling sobre la “aunt of
the nation”. Probablemente no estemos errados si admitimos que paralelos de
esta clase tienen que ver con la elección del símbolo, por lo menos no en el
plano de la causalidad consciente. Chistosamente –casi estaríamos tentados a
decir- el rojo y el blanco son los colores nupciales; esos colores arrojan una
luz divertida sobre Rusia en su papel de amante rechazado o no escuchado de la fémina candida de la Casa Blanca.
Carl Gustav Jung , 1958
BIBLIOGRAFÍA
Jung
C. G. – Sobre cosas que se ven en el cielo - Traducción de Alberto Luis Bixio para editorial Sur,
Buenos Aires, Argentina, 1961 sobre la Edición Alemana de 1958 que apareció
bajo el título: “Ein moderner Mythus. Von
Dinger, die am Himmel gesehen werde” (“Un mito moderno. De las cosas que se
ven en el cielo.“).
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